La emperatriz Zita
Me interesa su testimonio de vida..
El 28 de junio de 1914 un extremista serbio asesina a Francisco Fernando y a su esposa, que estaban en Sarajevo. Este crimen desencadenaría el comienzo de la Primera Guerra Mundial y, con ella, la transformación del orden europeo. En medio del conflicto, el emperador Francisco José fallece agotado por la edad y las tragedias. Poco antes, llama a su presencia a los herederos y se despide. En 1916, Carlos sube a los tronos austríaco y húngaro acompañado por su esposa Zita, la que sería la última emperatriz.
El joven monarca centra sus esfuerzos no en ganar la contienda sino en lograr la paz: «haré todo lo que pueda para desterrar los horrores y los sacrificios de la guerra». Su visión, interpretada como debilidad, fue aprovechada por quienes querían acabar con el Imperio. Carlos se ve obligado a ceder su poder, tras un tira y afloja para aclarar que no abdicaba. Su esposa insiste en ello a su marido: «Un soberano no puede abdicar nunca. Prefiero morir aquí a tu lado». Holanda y Suiza les ofrecen asilo. Pero quieren seguir en Austria, por lo que se trasladan al pabellón de caza de Eckartsau, cerca de la frontera húngara.
Zita recordaba después su partida del Palacio de Schönbrunn: «Fuimos con los niños a la capilla, donde pronunciamos una oración solicitando regresar allí un día». Después de dar las gracias y despedirse, uno a uno, de los sirvientes que quedaban, bajaron al patio donde aguardaban «cadetes de las academias, con lágrimas en los ojos, pero en perfecto orden y guardándonos hasta el final».