El 15 de junio, durante el Ángelus, se refirió a las «domésticas y asistentes, que provienen de tantas partes del mundo y prestan un servicio valioso en las familias» a pesar de que «muchas veces no valoramos con justicia el grande y hermoso trabajo que realizan». Ahora Francisco cuenta que siempre lleva consigo, en un bolsillo, la medalla del Sagrado Corazón que le dio la señora que trabajaba con su familia cuando él era un niño: una viuda siciliana que emigró tras la muerte de su marido y murió satisfecha, con la dignidad de quien siempre ha trabajado.
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