Fuera la depresión

Me llamo Myriam y tengo 43 años.

A los 21 años tuve mi primera depresión. Se repitieron con puntualidad británica a la llegada del otoño durante 6 años consecutivos. Después, afortunadamente, desaparecieron, pero dejaron un montón de miedos y angustias en mi. La depresión en sí ya no me acompañó hasta mucho tiempo después, pero el estado depresivo era ya parte de mi carácter. A lo que añadí una ansiedad terrible y un miedo enfermizo a todo aquello que me exigiera un esfuerzo de adaptación, vamos, miedo a lo desconocido, a la incertidumbre…

Y qué os voy a decir… la vida está llena de incertidumbres, de situaciones nuevas que nos exigen un esfuerzo de adaptación. Con lo que mi nuevo compañero de viaje, el miedo, era de lo más paralizante.

Tener depresiones con 21 años es muy desconcertante, os lo puedo asegurar. Resulta que tú sufres de manera intolerable sin saber por qué y tus amigos se comportan como corresponde a esa edad, con alegría, inconsciencia y optimismo… y tú te hundes más y más en ese agujero negro del que no sabes como salir. Se pasa mal, muy mal… Sólo una persona que haya tenido una depresión puede entender el dolor de un depresivo. No se puede comparar con nada, con ningún sufrimiento o pena que te traiga la vida. Y ¿por qué? Pues porque te has perdido a ti misma. Te has quedado sin brújula, sin puntos de referencia… Tú ya no eres tú, en tu cuerpo y con tu historia se ha instalado un alien que ha llegado para quedarse una temporada… Cuanto antes aceptemos este hecho (que se quedará una temporada) mejor. Hay que aprender a convivir con este extraño ser y muy pocas cosas son negociables con él. Tu aliada fundamental que siempre te ayudó a salir de situaciones duras, LA FUERZA DE VOLUNTAD, está secuestrada por el alien y no puedes contar con ella. Así que, tienes que luchar contra la tristeza, la paralización absoluta, la falta de emociones fuera de la pena infinita… SIN FUERZA DE VOLUNTAD. ¡Terrible!

Pero sí hay cosas que se pueden hacer en periodos así…

Consejos importantes:

– Acepta que se quedará un tiempo, pero NO SERÁ PARA SIEMPRE. Concéntrate en este pensamiento, IGUAL QUE EMPIEZA SE ACABA.

– MÁRCATE TAREAS DIARIAS OBLIGATORIAS.

Yo, por ejemplo, me puse como obligaciones diarias las que me dijo mi médico:
• Ducharme y hacerme la cama al levantarme. Si lo vas dejando para dentro de un rato, te encuentras que son las 14,00 de la tarde y aún estás en pijama, con la cama sin hacer, llorando y sin desayunar. Aunque resulte alucinante, puedes convertirte en una sucia de la noche a la mañana… si recoger un calcetín que se te ha caído al suelo requiere un esfuerzo titánico, no os extrañe que meterse en la ducha, lavarse el pelo y ¡maquillarse! es casi de ciencia ficción.
• Comer. Es importante alimentarse. Comerás mucho menos que en tu estado normal, pero aunque sea poquito, come, no te saltes comidas.
• Salir a la calle una vez al día como mínimo. Date un paseo, intenta que te dé la luz natural, (la luz del sol es muy buena en estos momentos).

– PROHIBIDO TUMBARSE MÁS QUE PARA DORMIR Y SE DUERME POR LA NOCHE. No te tumbes durante el día. Parece una tontería, pero es importante. Una cosa es aceptar la caprichosa presencia de este nuevo compañero de viaje… y otra, bien distinta, dejarle que campe a sus anchas. Intenta superar esa necesidad de estar dormido permanentemente. En realidad este cansancio ficticio tiene intenciones ocultas:
Mientras duermes, no sientes…
Siempre está la esperanza de despertar y volver a ser como antes…
También tienes la esperanza de no despertar… (aunque es políticamente incorrecto decirlo)

AVISO A NAVEGANTES: No te asustes si en tu interior tienes deseos de morir. ¡Es normal! Tampoco te asustes si te crees capaz de llegar a suicidarte, también es normal. No añadas más miedo a tu miedo. Si realmente crees que eres capaz de suicidarte avisa a la gente que te quiere para que te vigile… dale tu medicación a alguien que te la administre según las directrices del médico, piensa en Dios y reza si eres creyente. De verdad que es importante apoyarte en cualquier cosa positiva que haya en tu vida. No te fuerces demasiado, pero tampoco te des permiso para no hacer nada. Ya, ya sé que los que estáis pasando por ello pensaréis que sí, que es muy fácil decirlo… pero os recuerdo que sé de lo que hablo… y si bien es complicado, muy complicado… no es imposible… y si crees en Dios, pídele fuerza para aguantar el tirón.

Os podría decir tantas cosas, explicar cómo se siente uno en esos momentos… pero incluso recordarlo pone los pelos de punta… no, no me gusta recordarlo. Y os encontraréis también con que a lo largo del tiempo la maravillosa memoria selectiva que poseemos, nos hace olvidar situaciones de esa época… lo recuerdas como en una película en blanco y negro y de forma difusa… ¡Gracias a Dios!

Con los años, después de las seis primeras depresiones, me encontré con que estaba amargada, asustada e incapacitada para vivir como una persona normal. Es duro aceptar que estás amargada, ¡en serio!, y es más complicado aún comprender que necesitas ayuda, que necesitas una terapia y alguien que te enseñe a vivir otra vez, a olvidar el mal trago y a superar EL MIEDO AL MIEDO (es un miedo muy común) De hecho, hay una canción de Rosana que dice en el estribillo “Tengo miedo de que el miedo me eche un pulso y pueda más” así que, debe ser muy normal…
A lo largo de los años he contado con estupendos profesionales, que se han preocupado por mi y por mi recuperación. Todos y cada uno de ellos han aportado algo de gran ayuda, pero, lo más importante, todos y cada uno de ellos han hecho todo lo posible por mi. Desde aquí mi homenaje a los profesionales con los que he hecho terapia durante las depresiones y en periodos posteriores:
Félix Paradinas (psiquiatra)
Inmaculada Núñez Lagos (psicóloga)
Blanca Bertrand Estéban-Infantes (psiquiatra)
Olga Fernández Guinea (psiquiatra)

Pero el final llega, os lo prometo que llega, y por fin vuelves a ser tú… pero… ¡oh, sorpresa! has cambiado, ¡y mucho! hay que aprender a conocerse otra vez… puede que te pase como me pasó a mi… tus amigos y tú poco o nada tenéis ya en común… necesitarás hacer nuevas amistades que te entiendan y que estén en sintonía con tu nuevo yo… pero no te equivoques como lo hice yo en su momento: No subestimes a tus amigos de antes… tus amigos de antes siguen siendo tus amigos, te quieren y quieren conocer a la nueva persona que eres… puede que necesites nuevas amistades para tratar con ese nuevo aspecto de tu vida, pero los anteriores no quedan invalidados, no lo olvides. Piensa que has evolucionado y eso implica añadir, no restar. No prescindas de tus viejas amistades (hablo de las buenas, claro). Si tratabas con gente que te lleva por caminos peligrosos (drogas, alcohol, noche, etc…) deja de tratarlos. Esa gente no es tu amiga… es compañía de farra.

Y bueno, va pasando el tiempo y te conviertes en adulta… empiezas a trabajar… se casan tus amigos y tus hermanos… tienes sobrinos… el mundo sigue girando te pase lo que te pase… y sientes que es bonito vivir, olvidas que tuviste depresiones muy duras… sí, puede que dejen secuelas, pero no son muy graves… aunque es bueno estar preparado para afrontarlas si es que aparecen. En mi caso, la secuela que me ha quedado es una facilidad pasmosa para tener ansiedad y miedo a la tristeza.
Pero la vida está llena de toda clase de momentos, alegres, tristes, ni fu ni fa… Y todavía, a día de hoy, cuando estoy triste por un motivo razonable, tengo que hacer el ejercicio interior de explicarme que es normal estar triste, que cualquiera puede tener un mal día, que la tristeza con razón no es una depresión… La lucha contra el miedo es para siempre en mi caso… al enemigo ni agua, así que no le doy permiso para nada, no me doy tregua y es cansado.

¿Qué más decir de lo que supone una depresión? Bufff… es como un tsunami vital, yo siempre digo que es como si te metieran en una centrifugadora… te escurre hasta que no te queda ni una gota…

Pero a la larga tiene sus cosas buenas… siempre que quieras encontrarlas. Pero tampoco hay que idealizar el sufrimiento y pensar que tras él te conviertes NECESARIAMENTE en sabio, bueno y empático. No, no es así. Por supuesto que puedes conseguir todas estas cosas, pero hay que luchar por ello, porque también te puedes convertir en un amargado, egoísta y misántropo sin remedio. Y esta es la lección más importante que he recibido tras las depresiones.
SÓLO SI TÚ QUIERES ES POSITIVA. En estos últimos años han aparecido libros de todo tipo en los que se afirma una cosa y la contraria. Hay uno que no he leído pero que tiene un título de lo más atractivo para mi LA INUTILIDAD DEL SUFRIMIENTO. Os preguntaréis por qué no me lo he leído si me parece tan atractivo su titular… bueno, pues prefiero no hacerlo, porque yo no pienso que el sufrimiento sea inútil, aunque sí que creo que hay veces que se sufre inútilmente, que no es lo mismo. Y eso es lo que debemos evitar, sufrir inútilmente. Pero si sufres (y la vida está llena de momentos duros) consigue que sea algo útil… ¡¡¡aunque sólo sea comprender que no merece la pena sufrir inútilmente!!! No sé si me explico…

Yo he querido sacar el lado bueno de todo esta charada. A día de hoy puedo decir que soy mejor persona de lo que era, que soy más comprensiva, más generosa, menos exigente, más empática… Las depresiones son un baño de humildad sin parangón… te quitan la soberbia de un tortazo bien dado… así que, después de una de ellas (imagina si son varias) REPITO, SI QUIERES, eres más humano y comprendes mejor las debilidades innatas al hecho de ser maravillosamente imperfectos. Me han preguntado muchas veces si cambiaría mi vida, si me hubiese gustado no tener depresiones… De verdad, la gente pregunta unas cosas… y no sabría qué decir… por supuesto que no me gusta haber estado tan triste… pero las depresiones forman parte de mi historia, tanto como mis hermanos, mis padres, mis sobrinos, mis amigos, Manuel (mi futuro marido bien pronto) mis estudios, mi trabajo… Lo cierto es que me gusta la persona en la que me he convertido. Soy más humilde y entiendo que me puedo equivocar, que los seres humanos somos terriblemente vulnerables, que no lo sé todo, que en el camino puede haber piedras y caerte… y que no pasa nada si te caes… lo importante es levantarse. No hay que llegar el primero… hay que recorrer el camino con sus cuestas arriba y abajo, con sus tramos de terreno llano… hay que centrarse en vivir un día cada día… mañana no ha llegado, ayer ya no existe… sólo tienes el ahora… vive en él… puede que no seas más feliz, pero aprovecharás el momento. Al final, he llegado a la serenidad de las personas mayores (me refiero a los abuelos… en mi caso mis padres) mucho antes que otras personas. Lo importante de la vida no son cosas… o como reza el título de otro libro que tampoco me he leído pero que me resulta sugerente… Las cosas importantes las aprendí en el parvulario…

Y, para terminar, os diré que mi espiritualidad ha mejorado infinitamente… He perdido toda la ortodoxia que me enseñaron en la infancia… sí, soy mucho más creyente pero mucho peor católica desde el punto de vista institucional. Soy más cristiana y defensora del mensaje del amor que nos dió Jesús que practicante a la vieja usanza… qué le vamos a hacer… no es mejor ni peor… pero es lo que hay.

Creo firmemente que Dios no nos manda aquello que no podemos soportar… y que en toda enfermedad hay una prueba de fortaleza espiritual y de confianza en Dios.
Me he convertido en una lectora incansable y leo de todo. Me gustan las historias con mensaje y los textos bonitos. Descubrí a Facundo Cabral y sus textos me hicieron llorar de emoción.

Una gran amiga me regaló una oración de Teilhard de Chardin que se convirtió en oración de cabecera… Si crees en Dios, te la ofrezco con la esperanza de que te sirva como me sirvió a mi.

Adora y confía (teilhard de chardin)

No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente
en ese Dios que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente agarrado,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste
adora y confía…

P. TEILHARD DE CHARDIN

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